El discurso creador

 

“La narración se eleva así a condición
sin la cual no puede haber identidad,
pues fundamenta la existencia temporal,
adquiriendo una significación antropológica.”
 
“(…) redime al sujeto de su pasado,
de su sinsentido y pasividad en el
devenir temporal de su existencia y lo vuelve
responsable de sí. Esta exigencia
de revelar la propia verdad en la esperanza,
de poder llegar a adueñarse de su destino,
de su historia, de su propia existencia,
es la intencionalidad última del relato de confesión.”

J. Sáinz

 

La adquisición del lenguaje en el ser humano ha sido motivo de innumerables estudios. Vygotsky, Chomsky, Tomasello, Pinker son quizá de los autores más representativos en cuanto al desarrollo teórico sobre la adquisición del lenguaje. Cada uno desde su propia perspectiva han aportado interesantes modelos que pretenden explicar la manera en que el ser humano, además de adquirir y desarrollar el lenguaje, es modificado por éste, o por lo que el lenguaje representa en su desenvolvimiento e integración social. Sin adherirme a una sola de estas teorías en particular, considero relevante destacar la relación que existe entre el lenguaje (su adquisición, desarrollo y uso) y el pensamiento, tal como lo expuso Vygotsky magistralmente en el libro que lleva ese mismo título: “Pensamiento y lenguaje”, pues desde la teoría que sea que se le analice, es innegable esta relación.

En cuanto a la Educación Libre, el enfoque se dirige hacia la construcción del propio discurso, hacia la idea de que uno es lenguaje y el lenguaje es uno mismo; aun cuando ese lenguaje sea una aportación del otro (Lacan) terminamos constituyéndonos a través de él. La estructuración del discurso interno es parte fundamental del proceso de maduración cognitiva en el contexto social. Sea cual sea la necesidad o función que lo origina, lo cierto es que es una etapa insoslayable en el desarrollo del humano que habita en lo social. Este proceso, sin embargo, no tiene una estandarización en cuanto al imaginario que se va construyendo en el interior de cada persona.

Es curioso cuando consideramos los recuerdos que se logran evocar del tiempo previo a la adquisición del lenguaje en nuestras vidas: son muy pocos o prácticamente nulos. Parece que vamos estructurando la memoria, digamos, biográfica, a partir del discurso que construimos para nosotros mismos (y a veces también para los demás) en cada situación vivida. Nos hablamos para grabar en la memoria nuestra historia. Por ello mismo, los recuerdos no son ni serán nunca una reproducción fidedigna de los momentos, sino el registro de todo aquello que pensamos, creimos y sentimos y que, a través del discurso interno, nos contamos a nosotros mismos. Podemos incluso alterar un registro y transformar el recuerdo si lo reinterpretamos con otro discurso. No es tanto lo acontecido como lo que me he dicho a mí mismo acerca de lo que sucedió.

Este poder del discurso, no permea únicamente la memoria. Este discurso arremete directo y sin contemplaciones con la identidad que vamos edificando cada día. Somos un universo de todas las palabras con las que hemos intentado definirnos. El ser humano, egocéntrico por naturaleza, se explica el mundo a partir de sí mismo, y se nombra para encontrarle un sentido a todo lo que acontece. Y entonces puede surgir, desde la más temprana infancia y hasta la adultez, aquello de: “Si no me quieren es porque no soy capaz de despertar el amor de los otros.”, “Si se enojaron es porque yo no tengo la capacidad de responder adecuadamente.”, “Si me ignoran es porque no logré satisfacer plenamente su necesidad.” Y también estas: “Todo salió mal porque yo lo merecía.”, “Claro, tenía que llover ahorita. Es mi mala suerte de siempre.”, “El mundo, Dios, la vida me están castigando porque seguro soy una mala persona.” Y están las versiones shot: “Soy fea.”, “Soy tonto.”, “Soy incapaz.”, “Estoy gordo”, “Nadie me quiere.”, “No soy suficente.” y un larguísimo etcétera.

Construir un discurso interno amable, bueno para uno mismo, condescendiente no es tarea sencilla, pero tendría que ser uno de los objetivos fundamentales del acto pedagógico. Por supuesto, corresponde al núcleo familiar esta labor (y es por defecto el ámbito en el cual se construye en primera instancia esta voz interna que nos va narrando la vida y que nos habla de nosotros mismos), pero no abordaré este aspecto, pues mi objetivo es plantear lo que el discurso interno representa en el contexto de la Educación Libre.

El posicionamiento del docente frente al grupo, en el grupo, entre el grupo, su capacidad de intermediar el diálogo colectivo así como su habilidad para propiciar un ambiente inclusivo que se sostenga en los lineamientos de la educación creadora que permite una verdadera libre expresión son los mecanismos que echarán a andar procesos de elaboración de un discurso interno emancipador, un discurso creador que salga al encuentro con los otros en un acto de presencia del individuo en el mundo, que le permita, a través de este lenguaje creador, construir una identidad realista, integrada por el respeto propio tanto a las cualidades como a los posibles defectos del mí-mismo. Una identidad que se precie de ser auténtica, pues responde a una necesidad propia, natural y satisfecha al pertenecer sin intercambios en los que se deba renunciar a lo que los otros no entienden o rechazan de nosotros mismos.

En el espacio creador es posible llenarnos de palabras que nos dibujen tal cual somos, que nos representen digna y amorosamente. El discurso interno creador es un proceso vivo, inacabable, en constante reestructuración. Lo que se aprende a través de la Educación Libre son los mecanismos de construcción, es la forma de mirarnos y hablarnos, es el lugar desde el cual nos traducimos el mundo para dejar de colocarnos en el epicentro de los complejos y ser capaces de comprendernos y de comprender que los otros son seres libres que toman sus propias decisiones y con motivos ajenos a nosotros y con todo el derecho de actuar conforme a sus propios criterios. Y todo esto sin traducirlo como desamor, como rechazo, como desprecio. Recibir un NO con dignidad, sin perder un ápice del amor que nos hemos construido.

No es un camino sencillo abrir el corazón y el entendimiento al mundo colocados en la confianza, desde la libertad y hacia la calma que no se agita “porque la lluvia tenía otros planes”, pero sí es posible en la medida en que diseñemos espacios en los que confluyan los fundamentos de la Educación Libre en el marco institucional: la educación creadora, la inclusiva y la moral.

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