El consenso: del uno-mismo a los otros

 





“digamos por ejemplo
que la lluvia y el sol nos pertenecen
también el sobrecielo y el subsuelo
las provincias de nuestro corazón
y el territorio de nuestro trabajo”
M. Benedetti


Hace bastante tiempo ya que la figura del consenso se posicionó entre los diferentes grupos humanos-politizados (o en el camino hacia la politización) como casi una etiqueta de “madurez social”, de “civilidad”, de “sana intelectualidad”. Este ejercicio de lo colectivo que ha regido de manera “natural”, espontánea y sencilla la vida de distintos grupos sociales caracterizados por no haber sido absorbidos por la locura del capitalismo-consumismo-progreso, se acomodó en muchas bocas que exigían (y exigen) un cambio sociopolítico profundo. Y así, de la mano del neozapatismo, cuando se convirtió este movimiento en el foco de la atención mundial, las asambleas comunitarias tiraron línea para todos los curiosos que soñábamos con un mundo donde cupieran todos los mundos, más allá de las sociedades democráticas.

El movimiento huelguista de la UNAM en los noventa, fue uno de esos momentos épicos que acompañamos muchos (la mayoría a través de los periódicos) atestiguando el surgimiento que llevaba como lema aquel tantas veces socorrido enunciado en las asambleas de ciudad: “¡No lo apuren, dejen hablar al compañero, aunque se extienda todos tenemos derecho a dar nuestra opinión!” y vinieron entonces aquellas tremendas asambleas de más de 70 horas con todo el estudiantado reunido en algún auditorio de la UNAM (en este momento no recuerdo en cual, me parece que era el de Filosofía y Letras), mientras las tostadas zapatistas viajaban en camino hacia la máxima casa de estudios enviadas por los compas de la selva Lacandona para que sus hermanitos de lucha resistieran al mal gobierno. Tiempos maravillosos en el perenne intento de algunos humanos por hacer las cosas diferentes (por cierto, nunca se lograron acuerdos plausibles después de aquellas horas y horas de ejercicio del derecho a la participación y a la escucha respetuosa, sin embargo, estos jóvenes pudieron conmover a los muchos que acompañamos su camino).

El consenso como forma política se vuelve aún más complejo. Conciliar posicionamientos tan disímiles desde las distintas motivaciones del ejercicio disque profesional de los disque políticos es un camino muy largo y en la mayoría de los casos sinsentido, pues los diferentes proyectos no buscan la construcción de una tercera opción compuesta de ambas posiciones, sino la imposición de una sobre la otra, el “triunfo”, el “derecho a la razón”, la colocación de lo propio como colectivo.

Y esta es, quizá, la característica del consenso que lo convierte en un espacio para la eterna discusión y los caminos sin regreso: con el consenso se crea una opción, se integran todas las posiciones en una nueva que hasta ese momento no existía. El consenso es conciliación, no convencimiento. El consenso no es convencer a los demás o dejarme convencer; no es ceder y terminar acordando lo que “la mayoría” está diciendo. En un ejercicio auténtico de consenso, el resultado no es igual a ninguna de las propuestas previas. Es otra opción en la que se recrea, reintegran y reúnen nuevamente los criterios, lineamientos, acciones, estrategias, normas o lo que sea que se esté consensuando.

Cuando se llama al consenso no se puede esperar (desear casi maquiavélicamente) que los participantes terminen aceptando lo mío. Si llamo al consenso es porque estoy dispuesto a poner sobre la mesa mi propuesta y a modificarla a través de todas las opiniones que se viertan.

Pero, ¿qué implica el consenso? ¿Por qué resulta tan complejo lograr acuerdos de esta manera?

Para empezar, cuando pasamos horas, días o cuando menos un buen rato conformando una propuesta, una idea, una opinión y alguien más dice: “Creo que deberíamos cambiar esto”, nunca es fácil decir: “Muy bien, estoy de acuerdo, cambiémoslo”. No es fácil porque parece, en primera instancia, casi un atentado contra el tiempo que invertimos diseñando; tiempo durante el cual es común que nos convenzamos a nosotros mismos de que lo que proponemos es el mejor plan, camino, idea, sugerencia, etc. Además, está esa ligera “inquietud” con respecto a la capacidad de los demás que nos hace creer que solamente las propias ideas tienen sentido, futuro y prospección. No es sencillo soltar las riendas de una opción fruto de las reflexiones propias para que se convierta en propiedad de los otros y hagan con ella lo que quieran; mirar cómo se deforma aquello que era primeramente nuestro.

Entonces, entrarle al consenso implica tener un amplio capital de modestia, de reconocimiento de las capacidades de los otros, de aceptación de su derecho a transformar la realidad, mi realidad, nuestra realidad. Es el epítome del amor, el respeto y la confianza hacia al prójimo. Dejar que el destino colectivo se decida realmente a través de la opinión de todos es el mayor reto al momento de consensuar. Sin embargo, paradójicamente, resulta un gran alivio cuando todos asumimos al parejo la responsabilidad de las decisiones y hacemos nuestro el resultado a partir de una verdadera construcción-conciliación colectiva.

Por otro lado, un elemento fundamental del consenso, inevitable, indispensable, pero al cual rehuimos casi por decreto “moral”, es la discusión. En nuestra cultura (cuando menos en la mexicana) la discusión se traduce como conflicto, se siente como confrontación y se asume desde el sitio del equívoco (“algo está mal”, pensamos cuando alguien defiende con vehemencia un punto). Tenemos miedo a discutir porque el apasionamiento se percibe como enojo. Cuando comprendemos que uno puede ir al fondo de un argumento, exponerlo, explorarlo a la vista de todos, insistir en su permanencia, desmenuzarlo para porfiar en su validez…, cuando somos capaces de escuchar el contenido y no la forma de la opinión insistente y acalorada de alguno de los participantes sin tomarlo personal, sin dejarnos llevar por la descarga de adrenalina que se apresta a la batalla y le sesga a lo racional pretendiendo unirse al conflicto…, cuando logramos atender el contenido del discurso, analizarlo y ponemos toda la intención y el deseo de darle un lugar en la nueva propuesta que va surgiendo como producto del consenso, entonces podemos conformar verdaderos grupos-equipos de seres humanos que intercambian, que construyen, que avanzan en colectivo.

Es relevante en el desarrollo de los consensos que se sepa discutir, que nadie se quede callado por temor a recibir una negativa, porque mi derecho a expresar también resguarda el derecho del otro a rechazar mi opinión. Y este es otro elemento fundamental actitudinal en el consenso: la tolerancia a la frustración, el avance en la búsqueda de nuevos caminos cuando el colectivo no concuerda con lo propuesto por uno. Hace años, una famosa refresquera colocó un espectacular con una muy buena frase que viene a bien en este punto de mi disertación, decía: “El NO ya lo tienes”. Y es que uno anda por la vida con temor a que este NO se materialice. No estamos educados para asumir que la gente no tiene la obligación de gustar de nosotros o de amar nuestras ideas.

Para lograr el consenso es imprescindible ser capaz de recibir un NO y seguir adelante en la construcción colectiva. Cada participante tiene el derecho a insistir en lo suyo una y otra vez. Pero todos debemos tener claro que, al final, estamos edificando una última opción que requiere que uno sea capaz de darle lugar al otro, al “vaciamiento” del otro, quiero decir, que muchas veces, para poder escuchar y atender y dar cabida a lo que los demás opinan, es necesario dar vueltas y vueltas sobre nuestro punto, para luego ser capaces de entregarlo al colectivo y permitir que se transforme y se llegue así al acuerdo, al verdadero consenso.

En la Educación Libre que propongo, el consenso es fundamental, es la columna vertebral de la colectividad. Surge de la construcción de uno mismo favorecida desde la educación creadora, se ejerce en el contexto de la educación inclusiva y se sostiene en los elementos del juicio moral que la educación, también llamada moral, ha enfocado actualmente más allá de la ética aristotélica y el desarrollo del hábito virtuoso.

El consenso se construye primeramente de forma individual; se va edificando conforme aprendemos a poner en el mundo un poco de nosotros, un mucho. El consenso o la posibilidad del mismo no surgen en lo colectivo, surgen en el microcosmos de lo personal, se teje cuando, al conformar mi identidad personal y luego, al colocarla en lo social para reacomodarla, ajustarla, sé que no estoy perdiendo sino ganando. Comprender la totalidad como un concepto más profundo y de mayor alcance que las partes es fundamental, y esto se consolida en el proceso de autoconformación, el cual será asertivo siempre que quepamos con todo lo que somos, que no se condicione ni en pos de la “normalidad” ni so pretexto de la “integración social” ninguna de nuestras facetas, áreas, fragmentos del ser.

Un ser humano que ha erigido una identidad individual sólida y positiva para sí mismo (hay identidades que se vuelven contra uno mismo), es capaz de involucrarse en lo colectivo, reajustarse para construir su identidad social (una de todas las que podemos ir creando acordes a los diferentes grupos a los que pertenecemos, según Tajfel) sin demeritarse, sin negarse a sí mismo, sin pagar ningún costo por ser. Y este ser humano, a partir del respeto por sí mismo, será capaz de recibir un no, de escuchar al otro con la intención honesta de dejarse convencer, abandonando la actitud defensiva de quienes no podemos soltar para crecer en colectivo. Y todo este proceso es parte de lo que se logra a través de la Educación Libre.

Comentarios

  1. Muy claro el tema una forma de educar desprendiendo, gracias 🧡🙏

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  2. Muchas gracias por tu comentario.
    Tesauro es un espacio que se crea con la intención de abrir la discusión acerca de los temas que inciden en el acto educativo, de las ideas que dan sentido a la institución escolar y que construyen formas de existir en lo colectivo.
    Sin embargo, su materialización en el aula requiere de un profundo movimiento hacia otras formas del ser docente.

    Te invito a participar en nuestros lunes de conversación (17:30 horas) a través de nuestra página de Facebook o puedes unirte directamente con Zoom ID: 84542765857

    Saludos :)

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